CIUDADANO
O IDIOTA
No
es mi intención insultar a nadie aunque, he de reconocer, en
ocasiones me quedo con ganas.
Ciudadano
o “idiote”,
estas eran, y creo que podían seguir vigentes, las dos acepciones
que se utilizaban en la Grecia antigua, la que dio origen a la
democracia, para que sus habitantes se etiquetaran en función de su
actitud hacia la comunidad y hacia el propio sistema político.
Se
denominaba CIUDADANO a la persona que era consciente de sus derechos
y los ejercía y también, y sobre todo, sabía de sus obligaciones y
las asumía con responsabilidad, entre otras la defensa de sus
derechos si éstos se veían amenazados porque si una de las dos
premisas, derechos u obligaciones, se perdía también desaparecía
la condición de ciudadanía.
Por
el contrario IDIOTE (idiota) era aquel que solamente y de forma
insolidaria se aplicaba en la exigencia de sus derechos y a veces ni
eso, sin aportar al conjunto de la sociedad ningún valor añadido.
Era aquel que de forma consciente o inconsciente hacia uso del
sistema exclusivamente para su mejora personal, sin percatarse que
esa actitud iba haciendo mella, deteriorando y erosionando los
principios que inspiraban los fundamentos del sistema democrático.
Sistema que se alimenta de la participación de la aportación.
¿Nos
suena todo esto?
Cada
día, en cuanto nos despertamos tomamos decisiones que nos posicionan
ante los demás y ante nosotros mismos. Es lo bueno de la democracia,
nos da la libertad de decidir ser ciudadanos o tomar la opción de
ser idiotas.